El bosque flotante continuó río abajo, guiado por sus pastores.
Siempre por el estrecho callejón de sus riscos grises y rojizos, entre los desplomes cubiertos de sabinas y carrascas.
Siempre compañeros del agua, clara por la mañana, opaca por la tarde, color del mar al oscurecer.
Verde botella, verde gris, verde amarilla, según los arenales, los guijarros o el lodo del cauce, la sombra de los árboles o de las peñas, la calma o la furia del viento encañonado.
Siempre en lo fragoso de la sierra, en los estrechos, en los saltos, en las ruderas,
siempre por un recio universo de piedra y de invierno.
José Luis Sampedro “El río que nos lleva”
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